Y por la noche es probable que el viento sea variable, que me quiera y luego te arrepientas.
27/5/10
23/5/10
21/5/10
De la misma manera que para averiguar cuán distintos somos del resto de los animales nos preguntamos si serán capaces de razonar, y nos respondemos de inmediato que no, que si nos definimos como animales racionales es porque eso es precisamente lo que nos caracteriza y distingue de todos los demás, la razón; del mismo modo, digo, deberíamos preguntarnos si los demás animales tienen sentimientos. Y la respuesta apriorística vuelve a ser "no". Tenemos la sensación de que esta es una facultad exclusivamente humana (ni con el mapa completo del genoma humano podremos averiguar nunca esto). Creemos que los sentimientos forman parte de la razón, la frontera de la irracionalidad, pero de una irracionalidad peculiarmente humana. Si queremos entender nuestros sentimientos, tendremos que compararlos con los sucedáneos que en su lugar tienen los demás animales. Es evidente que las madres aman a sus crías; pero ¿es eso amor? ¿Podemos decir que tienen respecto a ellas sentimientos de amor? La respuesta será otra vez "no". Lo nuestro no es ni tan primitivo ni tan predeterminado por la naturaleza. La tendencia natural, si es que se da, el instinto, es el punto de partida; pero no el de llegada. Nosotros ponemos mucho más de lo que pone la naturaleza. Es a lo que ponemos de más a lo que llamamos sentimientos. ¿Pero qué son los sentimientos? ¿Somos capaces de definirlos? Los filósofos han derramado mucha tinta en su empeño por descubrir su raíz. Muchos han sucumbido a las explicaciones puramente mecanicistas según las cuales los sentimientos no serían más que formas sólo aparentemente distintas de la sensación. Yo prefiero la reflexión puramente léxica para intentar acercarme a la naturaleza de los sentimientos. En el propio origen del verbo sentir está en buena parte la causa de que se haya llegado a concebir los sentimientos. Se trata por empezar de un verbo que nació para representar el más noble e imprescindible de todos los sentidos: el del olfato-gusto. Y precisamente por eso, por ser el más noble, se fueron englobando en él otras sensaciones, como las auditivas y las táctiles. Se trata, pues, de un verbo que está ya de por sí por encima de los demás sentidos, que los expresa a todos sea conjunta o indistintamente, con la sola excepción de la vista. El sentir es por tanto algo superior: no es oler o tocar, u oír o saborear, sino que está por encima de cada uno de los sentidos concretos. Por eso, cuando va creciendo la capacidad sensitiva del hombre, hay que ponerla necesariamente bajo este lexema, y se crea la palabra sentimiento como la forma más noble de sentir. Al asignarle al alma una exquisita y variada capacidad sensitiva, se engloba bajo el nombre de sentimientos todas sus formas de "sentir". Es una forma analógica, una copia de las facultades sensitivas del cuerpo, trasladadas al alma. Para poder hablar ordenadamente de los sentimientos se partió del supuesto conductista del placer y el dolor como motor de atracción el primero, y de repulsión el segundo; es decir que todo aquello que produce placer inspiraría sentimientos positivos, y lo que produce dolor, sentimientos negativos. Kant introdujo la distinción entre emociones y pasiones para poder profundizar en el análisis de los sentimientos (la pasión es la menos controlable por la razón). En el plano más elevado de los sentimientos, se colocan los ideales.
Escucha una cosa que te voy a decir, aunque te duela el alma
como me duele a mi. Podria engañarte si se me diera mentir,
el caso es que no puedo enamorarme de ti. Nadie te roba nada
nadie ocupa lugar, de nadie son los besos de los labios del mar,
de nadie es el camino que no mira hacia atras, donde se
desangran las estatuas de sal. Si quieres quererme voy a dejar
de querer, si quieres odiarme no me tengas piedad, pero hay
una cosa que no vas a lograr y es hacer negocios con la necesidad.
19/5/10
Más allá de la punta de las flechas~
Envidia, rivalidad, palabras que rechinan. Escuchar su sonido nos trasmite un sufrimiento agudo, como si algo nos pinchara el flanco o el corazón. Y cuando rivalidad y envidia trabajan juntas, el cuerpo, adolorido, se contrae.
Por lo tanto es una verdadera flecha la que hiere, aunque la urbanidad modere el impacto, recurriendo a la palabra flechita. Y todo se lo reduce a un "ya saben como son las mujeres…".
Para entender mejor, es necesario arrojarse entre la multitud de flechas. En el fondo nos resultan extrañas, porque tienen puntas en los dos extremos. Cuando una mujer hiere a otra con una frase socarrona o una mirada hostil, se pincha a sí misma; y cada vez que expresa, desestima a otra, refuerza por reflejo todo lo acumulado a sus costillas.
¿La rivalidad femenina para qué sirve y cuándo empezó? Parece que fue una respuesta hipnótica a un orden antiguo, en el que es necesario comenzar a actuar.
Explorar los laberintos de las relaciones (y de los desapegos) femeninos para liberar la amistad de la larga espera. Muchas cosas podrían cambiar, volviendo a utilizar todo ese desperdicio de recursos destinado a impedir que en nosotras prospere la confianza. ¿De veras es imposible derrochar la energía en sentido contrario? Soñar con un apoyo recíproco y un respeto explícito ¿es demasiado? Cuando nos encontramos con una amiga compartiendo tranquilamente esto, parecería una aspiración realizable.
Es tan agradable hablar sin estarnos cuidando, ¡tan creativo, que nos regocija hasta la simple sensación de estar vivas!, ¡y qué alivio salvar de las garras de la envidia a la intuición y descubrir sus grandes cualidades!
Para curiosear alrededor de tres inocentes puntillos suspensivos, heme aquí en un remolino en el cual juegan dos corrientes contrarias y decisivas: determinar relaciones positivas, o bien, congelar las nacientes.
Cuando me aventuro en una exploración, con cierto temor, de eso que en apariencia es un aspecto marginal del mundo femenino, me quedo sorprendida por la cantidad de descubrimientos. Encuentro ríos de energía enarenados, desviados, borrados de los mapas.
Pero apenas se abre una rendija, la fuerza contenida arrolla el dique junto con las palabras, y también yo soy arrollada, pero trato de permanecer en el centro de la vorágine. La vida se abre paso, clamorosa, poniendo de relieve la estupidez milenaria que la impide, ya sea a través de las guerras de los hombres o de las envidias de las mujeres.
Asimiladas las instrucciones sobre la utilidad social de la propia aniquilación, las mujeres siguen colaborando en su propia destrucción.
En los lugares de trabajo donde son numerosas (pero deciden poco), el sabotaje al mismo género va viento en popa.
Nada asombroso sucede verdaderamente y, sin embargo, se tropieza continuamente con una sutil redecilla de insidias, tejidas por una rivalidad activa e impalpable. Naturalmente es un celo que no da nada, más bien la red de invisibles hilos envuelve a quien la confecciona.
Y esto no es todo. Gracias también a tan increíble habilidad y astucia, el poder consolida indirectamente sus probadas bases.
Gran parte del dispendio gira alrededor de la comparación del aspecto físico, que se revierte también en la profesión.
Entre más sofisticada es, en el caso de una actividad intelectual, más refinada se vuelve la contienda (también en este aspecto se podría divagar en abundancia). Se nos mide de manera obsesiva con la imagen, en un arco de tiempo muy breve, con las antenas preparadas para encontrar defectos; notando la mancha en un vestido, en lugar de admirar el toque de color que estalla contra la ventana animado por la persona que lo lleva puesto, o el cabello fuera de lugar en vez de la mirada alegre de la muchacha que tenemos enfrente. Trampas reversibles que nos traicionan cada vez que nos vemos en el espejo para buscar el detalle que nos hace remilgar.
Nos afanamos en el marco, por lo que no miramos el cuadro; no se distinguen los rasgos personales e incluso la interesada termina a menudo olvidándolos, o prefiere no recordarlos más.
No faltan las mujeres valerosas y sorprendentes; hubo tantas en el pasado que la historia ni siquiera las registra, y en la actualidad se vislumbran algunas muchachas jóvenes en las que podemos notar una nueva frescura. Sin embargo, todavía son muchas las que abandonan los sueños, vencidas por las dificultades y la falta de una confianza que no encuentra apoyo. Alguna admite, resignada, la renuncia, otra se disculpa diciendo, "¡tengo que cuidar tres personas en casa!" (y ni siquiera se incluye en el núcleo familiar).
Lo extraño es que si tomo la defensa por alguna mujer, en muchos casos la interesada me mira de reojo.
Preferiría que me pusiera a tono con sus lamentos y rechaza la invitación a hacerse cargo más de sí misma.
Es increíble lo que sucede a menudo: en lugar de estar contentas porque una mujer abre las ventanas para que entre aire puro, muchas se precipitan a apagar el incendio por su entusiasmo exagerado, perturbadas por un exceso de arrojo que podría despertar en ellas peligrosas señales de revuelta. Prefieren controlarse mutuamente como atletas tensas al momento de la partida para que ninguna escape, cuidando cada gesto de la adversaria que tiene al lado, con los músculos casi entumecidos a fuerza de esperar.
La confianza que se juega conduce a robar las propinas de energía para lucirse, aprovechando momentos de debilidad de las otras, y ganar algo de ventaja cuando sería mejor sacar agua de la propia corriente de vitalidad, jamás seca si se la cuida.
Robos y rapiñas de este tipo suceden continuamente, aunque las crónicas no los mencionan. Además los botines son exiguos y se evaporan de prisa, mientras las sonrisas de las robadas se vuelven cautas o peor aún fingidas, y anuncian probables desquites.
Es en esta incesante y recíproca sustracción de energía, yo creo, que las mujeres pierden la posibilidad de apoyarse activamente atribuyéndose un valor, de intercambiar miradas agradables de consideración en las cuales reflejarse y que se conviertan en su tesoro. El mutuo envilecimiento rebota incluso en el intercambio de frases que, sin darnos, cuenta vociferamos continuamente: "¡Pero, mira qué estúpida! ¡Cómo son pendejas! Cómo es posible que no me acuerde jamás…".
Incluso cuando no hay malas intenciones, no es fácil expresarle a una mujer una sincera aprobación. El desorden simbólico nos ha quitado la palabra. Un cumplido es un lujo, tanto hacerlo como recibirlo, incluso nos hace dudar a veces de ese "¡te ves bien!".
Las palabras se nos escapan, se vuelven insidiosas por el mal uso, en vilo sobre el abismo cavado por la desconfianza.
Ya que una sana amistad femenina siempre se ha desalentado, empezando por separar a las madres de las hijas, esa amistad parece que pude contener una enorme posibilidad, escondida porque resulta demasiado impetuosa.
Pero los tiempos maduran. Es como si hubiera llegado el momento de preparar un vasto terreno abandonado, quitando con calma la maleza que brota. Es un latifundio inconexo, desprovisto de veredas y quemado por muchas partes, cuya fertilidad futura dependerá de nosotras.
Observando con paciencia el ir y venir de las flechas y registrando las desventajas, puede ser que pase algo especial, por ejemplo, que mientras la flecha corte el aire, se transforme en una flor o en una mariposa.
Participar de la alegría de una mujer en lugar de barrenarla con insinuaciones; conducirla hacia una orientación positiva, en vez de alimentar su desconsuelo pasajero, puede despuntar muchas flechas y hacer florecer un jardín, o a lo mejor más de uno.
Jardines en las ventanillas, jardines en las oficinas, jardines en las casas, jardines en los techos, jardines en el corazón. Si todo florece, desaparecerán los motivos para lanzar flechas.
Esto es evidente cuando se pasa junto a mujeres que están bien, visiblemente apasionadas más por las flores que por los tiros al blanco, guerreras gentiles que conversan con gusto y ríen con mucha impertinencia.
Su levedad se advierte de lejos y a veces es contagiosa. La gente pasmada voltea a verlas, las encuentra bellísimas y no sabe por qué; sin embargo, se detiene para permanecer un poco más en su luz, atraída por la fiesta de una alianza descubierta, justo allí donde se decretó la imposibilidad~
18/5/10
Sentada aquí gastada y herida frente a este viejo piano, tratando de
capturar el momento de esta mañana, no sé porque una botella de vodka
todavía se encuentra en mi cabeza. Y una rubia me trajo pesadillas, creo
que todavía está en mi cama, mientras sueño con películas que no se
harán sobre mí cuando esté muerta. Con un puño de acero me despierto
y le doy un beso francés a la mañana. Mientras una banda marchando sigue
su propio ritmo en mi cabeza. Mientras hablamos, acerca de todas las cosas
que deseo creer, acerca del amor, de la verdad y de lo que vos significás
para mí. Y la verdad es que vos sos todo lo que necesito. Quiero recostarte
sobre un lecho de rosas por esta noche duermo en una cama de clavos.
Bueno, estoy tan lejos,que cada paso que doy quiero que me lleve a casa
un rescate de Rey daría en moneditas cada noche,sólo para ver a través
de este teléfono público. Todavía me falta tiempo, es duro esperar, hasta
que el pájaro que está posado en el cable me lleve volando hacia vos.
Sólo cerraré mis ojos y susurraré: Nene, el amor ciego es verdadero.
La resaca en el bar del hotel, el wiskey se secó, la peluca del barman está
torcida. Y él me guiña el ojo, yo pude haber dicho sí, pero me eché a reír
tanto que creí que moría. Cuando cierres tus ojos, sabés que yo voy a
estar pensando en vos. Mientras mi amante me llama, para ponerme en su
candelero otra vez. Esta noche no voy a estar sola, pero vos sabés que eso
no significa que no me sienta sola no tengo nada que probarte, porque sólo
por vos moriría para defenderte.
15/5/10
Yo me pregunté hasta cuando te querre como hasta hoy, vos me
enseñaste llorando que de nada sirve en adiós. Seguro de nada
sirve, mi amor. Podré caerme a pedazos pero acá siempre estás
vos. Me gusta lo que no tengo y quiero lo que no doy no me
comprendo a mí mismo no se entregarte la vida tampoco vivir sin
vos yo se que de nada sirve, mi amor. Mi jardín ya no te espera
porque ya corté la flor.
12/5/10
con una quilmes al lado de mi corazon, un
par de poemas reprimidos que ya no sirven
mas y que te aseguro nene el no me los va
a dar. Y yo ahora se que no te importo
nada pero algun dia caeras a mi por eso
no llores por quien no te ama ama a quien
llora por ti. En el interior de un bar tambien
me podras encontrar ahogando penas en
un vaso tratando de olvidar que le brinde
mis ojos y el me hizo una herida profunda.
Incluso en estos tiempos...
...veloces como un Cadillac sin frenos, todos los días tienen un minuto en que cierro los ojos y disfruto echándote de menos. Incluso en estos tiempos en los que soy feliz de otra manera, todos los días tienen ese instante en que me jugaría la primavera por tenerte delante. Incluso en estos tiempos de volver a reír con los amigos, todos los días tienen ese rato en el que respirar es un ingrato deber para conmigo. Y se iría el dolor mucho más lejos si no estuvieras dentro de mi alma, si no te parecieras al fantasma que vive en los espejos. Incluso en estos tiempos triviales como un baile de disfraces, todos los días tienen unas horas para gritar al filo de la aurora, la falta que me haces. Incluso en estos tiempos de aprender a vivir sin esperarte, todos los días tengo recaídas y aunque quiera olvidar no se me olvida que no puedo olvidarte. ~ |
Hay miradas..






